Había cuatro hombres sentados alrededor de un fuego de débil llama. Encima
de una piedra encendida se calentaba sopa en tazones de hojalata. Las estrellas
miraban curiosas conscientes de ser protagonistas en la bóveda de la noche. Los
matorrales escondían las pequeñas alimañas del monte; a veces se podía escuchar
algún movimiento entre sus zarzas, claro y solitario, luego se apagaba para ser
sustituido por algún grillo. A las faldas de la montaña, discurría un riachuelo
que también participaba de los sonidos en la oscuridad. La húmeda roca caliza,
insistía en competir con la tierra en calar los huesos de quienes no estaban
preparados para sobrevivir a la sierra, olvidándose de las conchas milenarias
que también formaban parte del sustrato del suelo. Uno de los hombres se
retiró a un pequeño refugio hecho con troncos y ramas, a dormir. Otro, se encendió un cigarrillo con una
pequeña llama que quería subir hacia el firmamento. Tenía el pelo color ceniza
despeinado de muchos días, le ofreció uno al hombre corpulento de su derecha
que hizo un movimiento con la mano para declinar la invitación y sacar de una
bolsa una armónica. Jemie, que estaba sentado enfrente lo aceptó, aspirando su
aroma despacio. Le faltaba el dedo meñique de la mano derecha que escondía de
las miradas indiscretas con unos guantes. En el metal del instrumento se
reflejaba la lumbre.
—Sabes que no puedes tocarla.
—No voy a hacerlo, solo la miro e imagino la melodía.
—El camino que ha trazado Jacob no me parece seguro.
—Él lo conoce.
—Por su culpa he perdido un dedo.
Los tres guardaron silencio unos minutos como si quisieran dar espacio a
las palabras, centrándose en el crepitar de la hoguera, mientras los troncos se
volvían carbón.
—Creo que deberíamos seguir avanzando.
—Llevamos veinte días sin descansar. Podrías aprovechar, Simon y yo
haremos la guardia.
—No me fío, prefiero quedarme.
—Cómo quieras, yo voy a echar una cabezada.
Levi apoyó su pelo color ceniza sobre la bolsa de Simon para paliar la dureza del suelo, mientras Jemie se
levantó para mear detrás de unos matorrales. Simon empezó a susurrar las
canciones que le hubiera gustado tocar esa noche.
La temperatura había descendido un par de grados, Jemie movía los dedos
dentro de los guantes para ahuyentar el frío. Le pareció ver un destello de luz
a lo lejos. Se cerró la cremallera y avanzó en silencio, temeroso del sonido de
sus propios pasos. Podía oír claramente el transcurrir de las aguas del río
allá abajo. Anduvo unos metros buscando aquel destello y esperó unos minutos.
Nada. Quizás lo había imaginado. Se dio la vuelta y escuchó unos ladridos.
Aceleró el paso. Al llegar a la hoguera, Levi y Simon estaban dormidos. Apagó
las brasas y huyó.
Huyó sin rumbo, monte arriba, su intuición le decía que, desde la cima
que no estaba lejos, podría ver mejor el camino hasta la frontera. Las piedras
rodaban al pisarlas, los matorrales y ramas de los arbustos se quedaban con
jirones de su pantalón, pero no tenía tiempo de borrar las pistas, no era él
quien corría desesperadamente, era la supervivencia, que traicionera, dejaba atrás cuatro
compañeros dormidos. Pensó, que así ganaría algo de tiempo. Experimentaba un
leve regocijo al imaginar que Jacob iba a recibir su merecido, probablemente
alguno de aquellos perros le arrancarían a él también algún miembro “Fue un
accidente Jemie, no fue mi culpa” musitaba para sí, “menudo imbécil”. Se lo podía imaginar allí durmiendo bajo la tienda hecha de ramas, ajeno a lo que se le venía encima. Los demás lo veneraban, se creía que lo sabía todo, el mejor camino, el mejor momento para descansar o proseguir.
Avanzaba sin sendero. A medida que ascendía, su camino era más rocoso, a
veces tenía que escalar y era cuando se acordaba de su dedo meñique,
refunfuñaba y seguía adelante siempre con el miedo pisándole los talones. En la
cima volvió la vista atrás. Le pareció ver unas luces, probablemente ya
hubieran alcanzado a los otros. Oteó el horizonte trazando el camino de
descenso hasta la frontera, corrió y rodó como si fuera otra piedra más ladera
abajo. Había perdido un zapato. La fina tela del calcetín se empapaba de barro
y rojo. Con el corazón en la boca, le parecía que no iba a alcanzar el destino
que divisó desde la cima, detrás de una arboleda, un kilómetro lo separaba de
la libertad, de la vida. Sin sentir los pies seguía corriendo. Tras la
espesura podía ver unas luces, quizás fueran casas, pensaba, probablemente se
encontraría con una alambrada o quizás un muro. Cuando creyó estar cerca,
disminuyó el paso zigzagueando entre los troncos y el ramaje. Una linterna le
apuntó directamente a los ojos y un perro se abalanzó contra él.
Simon oyó el sonido de un disparo a sus espaldas. Cuando cruzaron la
frontera, una familia los escondió en su hogar. Escaparon cuando Levi despertó
de repente al escuchar a lo lejos unos ladridos. Corrieron siguiendo a Jacob
que los condujo todo el recorrido sin descanso. Jemie había desaparecido. No
tuvieron tiempo de buscarlo.
Había tres hombres sentados alrededor de una chimenea de débil llama en
un remoto pueblo de Eslovaquia. Una señora con pañuelo en la cabeza les sirvió
sopa caliente en tazones de barro. Un hombre con el pelo color ceniza encendió
un cigarro arrugado que sacó del bolsillo. El corpulento de su derecha comenzó
a tocar una melodía en una armónica. Todos escuchaban absortos, confortados
por el crepitar las llamas. En su brazo izquierdo, parecían bailar unos números tatuados al compás del instrumento. El amanecer les daba la bienvenida a través de los
sucios cristales.
Foto: Sylwia Bartyzel
Breve pero intenso... Magnífico relato. <3
ResponderEliminarUn saludo y espero más escritos tuyos. :)
Me alegro que te haya gustado!
EliminarMuchas gracias
Qué bueno! Se respira la tensión hasta el final.
ResponderEliminarBesotes!!!
Gracias Margari, supongo que la escena de la persecución produce esa sensación.
EliminarUn besote
Sin duda, lo que más, tus tremendas descripciones. Me encantan!
ResponderEliminarVérsame en tu boca
Lo que me gusta de las descripciones es que me permiten trasladarme al lugar que tengo en la imaginación.
EliminarUn beso Raquel
Abril, interesante relato, con todo tipo de detalles y muy bien narrado, no le falta detalle.
ResponderEliminarBesos .
Puri
Gracias Puri, me alegro que te haya gustado.
EliminarUn abrazo
Son las paradojas de la vida. El relato sabe a poco. A mi me pasa casi siempre lo mismo pero creo que en éste hay tema para un cuento largo. Un abrazo. Franziska
ResponderEliminarTienes toda la razón. El relato era un ejercicio, y tenía una longitud ya tasada, pero la historia en mi cabeza tenía para mucho más.
EliminarGracias Franziska.
Un relato muy bien contado, las descripciones me llevaron esa noche de una manera directa y el desarrollo tiene la tensión que se resuelve muy bien. Si este texto fuera mío, le daría más vuelo, merece ser un cuento con todas las de la ley... pero no es mío ;)
ResponderEliminarUn abrazo.
HD
Gracias por tu recomendación. Seguramente en algún momento lo modificaré y añadiré más cosas.
EliminarUn abrazo
Un western crepuscular.
ResponderEliminarAbril, creo que sobra la coma antes de "apoyó" en el comienzo del párrado después del diálogo.
He hecho caso a tu recomendación y he quitado la coma.
EliminarSaludos
Ambientas genial tus relatos, algo que ya había apreciado en otras cosas que te he leído. Y también tengo la sensación de que las hogueras, chimeneas, fuego... te inspiran ;)
ResponderEliminarEnhorabuena Abril.
Un abrazo
En este caso sí, me imaginaba la hoguera con todo lujo de detalles.
EliminarUn abrazo Ana.
Holi!! Me ha encantado, escribes genial. Un beso, te sigo!
ResponderEliminarHola, me alegro! yo también te sigo.
EliminarBesos