miércoles, 8 de octubre de 2014

Arena y espada IV Final




 Tenía el cabello enlazado en pequeñas trenzas adornadas con flores silvestres, y un vestido de algodón azul adivinaba su figura desnuda. Se dejó poner brazaletes y un collar de piedras de colores provenientes de las cuevas de los acantilados. Las mujeres preparaban los regalos con los que obsequiaría a su futuro esposo, y ella observaba en silencio. Reflexionaba sobre el nuevo papel que debería desempeñar, ahora que no estaba su padre ni su hermano. Los thaadasis habían pedido una alianza, y los pocos sabios que quedaban, habían pactado su boda con el enemigo para asegurar la paz. Un tratado tan pobre que prometía el armisticio a cambio de su libertad y su dignidad como mujer; y sin embargo, ellos seguirían al otro lado del límite, donde no había vida natural, solo la fuerza del mar contra las rocas.
El cortejo nupcial había llenado las barcas de pétalos, de flores y telas de lana. Arena Blanca iba de pie en la canoa que presidía el trayecto. Su silueta y sus cabellos al viento se podían divisar desde la orilla, donde los thaadasis esperaban con cestas llenas de cereales y frutas. Al bajar de la barca, los presentes se inclinaron en señal de reverencia, y un joven alto se adelantó tendiéndole la mano. Avanzaron al compás de los cánticos que hablaban en otra lengua hasta que llegaron al poblado. Allí se intercambiaron los regalos de boda. En señal de confianza se ofrecieron mutuamente las armas, ella el arco y él la espada. El anciano mayor los bendijo y los presentes aclamaron a su nuevo thaadasar Eython el Pacificador, el tercero de su linaje y a su bella esposa, hija de Águila Blanca y heredera de su estirpe. La celebración duró hasta que no quedó más carne que comer, ni más sed que saciar.
Los novios se retiraron a la maloca y el sol terminó de ponerse por los árboles que rodeaban la laguna. Arena blanca permaneció inmóvil mientras veía a su esposo desnudarse. Tenía el cabello negro y la barba adornada con pequeñas arandelas. Su piel morena adquiría un color dorado a la luz de la vela que iluminaba la cabaña cubierta en pieles. Al ver aquel sexo al descubierto apartó la mirada. Eython se acercó a ella hasta que sus ojos se enfrentaron. La noche se cerró sobre el poblado y la candela terminó de consumirse. Fuera solo se escuchaba el suave cántico de una mujer que acunaba a un niño.


La primera madrugada de la boda del tercer Thaadasar amaneció bañada en sangre. La tribu de los asitas que habitaban más allá del límite, irrumpieron en el poblado asesinando a los thaadasis en sus propios camastros. Arena Blanca huyó del lecho nupcial al escuchar el sonido de los primeros cuernos, cuando la masacre estaba ya culminada, y el sabor amargo de la victoria regurgitaba a hiel.
Le había apartado los cabellos acariciando su piel, sosteniendo la daga en su cuello hasta que despertó desconcertado. La miró con dolor en los ojos. El dolor del amor que se sorprende traicionado, y Arena Blanca dudó. Su padre decía que las mujeres eran blandas para la guerra porque les padece el corazón al matar, y siempre quiso demostrarle lo contrario. La juzgaría desde el otro mundo si flaqueaba, pero Eython la apartó con fuerza de su lado sin que tuviera tiempo para reaccionar, saliendo precipitadamente al exterior preparado para la guerra. Se encontró con la desolación de los cuerpos de los suyos esparcidos por doquier. Arena Blanca oyó los gritos de rabia, y el choque de las espadas de la desesperación, hasta que desaparecieron dando lugar a los cuernos que anunciaron la victoria. Al escuchar el desenlace de lo inevitable, bajó la mirada posando entonces las manos sobre su vientre, y abandonó aquel lugar para siempre.

Los Asitas tras la victoria se asentaron al otro lado del laguna, pues decían que el suelo donde han yacido los muertos se queda maldito y solo trae desgracias a quienes lo habitan.
De aquella noche nació un varón, el último de los thaadasis, que vivió en la isla hasta el día de su décimo quinto cumpleaños. Cuando una tribu venida del norte del continente, subida en imponentes caballos, desembarcó en sus orillas. Invadió el territorio llevándolos hasta la practica extinción, como un ciclo de venganza que no se cierra; pues a lo largo de los siglos bárbaros, la condición de los pueblos, fue la conquista de la tierra, y de los hombres.




Foto: Forrest Cavale 

13 comentarios:

  1. Vaya final! No me lo esperaba para nada de este modo. Pero me ha parecido perfecto.
    Besotes!!!

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    1. Pensé mucho el final, pero solo veía este. No es el típico final feliz, que por cierto, me gustan los finales felices, pero es el que da sentido a la historia en conjunto. Quizás al leerla en partes se pueda apreciar un poco menos.
      Gracias y besos!

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  2. Jo, jo. Pensé que iba a acabar bien, y la verdad es que veo que no demasiado.
    Aún así, me ha gustado como queda la historia. Supongo que es un poco como comentabas, que era lo que la historia requería. Pero me da un poco de pena pensar en esa historia de constante batalla.
    ¡Un besín!

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    1. Viendo vuestros comentarios anteriores, sabía que había expectativas por otro final que no era este.
      Gracias por la lectura.
      Besos!

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  3. Tienes razón, posiblemente no debiera de haber otro final. Me ha parecido redondo, una ambientación formidable, todo muy pulido. Enhorabuena, de verdad. Qué pena que se haya acabado...

    Gracias y besos!

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    1. Gracias, me alegro mucho que te haya gustado. El blog es un barómetro de opiniones que me ayudan a hacerme una idea más real de lo que escribo.
      Un besote

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  4. Abril, enhorabuena por esta maravillosa historia.
    El final completamente redondo. Me ha encantado.

    Mil besos.

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  5. he estado desconectada de los blogs unos días, se me ha acumulado, ahora que ha llegado el final me lo guardo y lo leo entero. Un besote!

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  6. Abril, no me imaginaba este final.Quiero felicitarte por la historia, es un tema para mí difícil de crear, ya que es totalmente ficticio y eso requiere mucha o mejor dicho muchísima imaginación.
    Besos.
    Puri

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  7. Una historia en la que se refleja el afan de la guerra y el dominio de los pueblos. Y pensar que
    hemos adelantado poco, pues seguimos con las mismas ansias de acabar con la paz. El final esperanzador por el futuro nacimiento de un nuevo ser. Me gustó.

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  8. Ya lo habia leido. Que por supuesto me encantó.
    Feliz semana.

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