miércoles, 19 de marzo de 2014

Sombrilla de encaje



Los gritos se escuchaban desde el patio de la casa. Los geranios se estremecían con los alaridos, dejando caer lágrimas de rocío que habían cuajado en sus pétalos esa madrugada. Una de las criadas atravesó el patio corriendo con una jofaina llena de agua. En el piso de arriba, una cama, un sillón de parto y una cuna, eran testigos silentes de una escena que se repetía desde hacía tres generaciones.
En el gabinete contiguo el joven marido y su padre esperaban. Se habían casado justo hacía ocho meses. La vio por primera vez paseando por el Parque de la Alameda resguardada del sol bajo una sombrilla de encaje. Las luces y sombras que se dibujaban en su rostro efecto del parasol atrajo la atención del joven, y una mirada escapada, seguida de una sonrisa disimulada tras un pañuelo, despertó su corazón desde ese día. Ocho meses de amor no eran suficientes.
El médico todavía no había aparecido. La comadrona hacía lo suyo. El joven marido aguardaba fumando. La puerta del dormitorio daba paso a los gritos que salían del interior. Las cortinas, que escondían la habitación de las miradas de los curiosos, pigmentaban de un color cálido la estancia. La cuna esperaba.
Un sonido de murmullos provenientes de la entrada, dieron paso al médico que atravesó el patio apresurado. La puerta se cerró tras él y los gritos cesaron.
Los geranios quedaron expectantes libres de la humedad de la noche y reconfortados por los primeros rayos de sol que comenzaban a llenar el patio.
El silencio se proclamó rey por un breve periodo de tiempo hasta que fue destronado por los sollozos del joven esposo. Un barullo de pisadas bajó por las escaleras despidiéndose en soportal.
En el piso superior, el dormitorio testigo de los alumbramientos de tres generaciones, convino oscuro de luto. Una persiana de esparto relevaba a las cortinas en el cometido de esconder y envolvía en sombra los escasos objetos de la habitación. El sillón de parto presumía siniestro, su cuero gastado diría adiós a la última progenie por decisión del esposo. La cama de forja, como balsa de agua estancada, guardaba bajo sus sábanas a una joven dormida; y la cuna vacía, seguía esperando. Sobre ella reposaba, la ropita que había pensado ponerle.


Manuel García Rodríguez. Museo Carmen Thyssen Málaga


12 comentarios:

  1. Me sigo encantando con la escena de la sombrilla, se me ha quedado guardada. Un relato fantástico.
    Besos

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  2. Muy visual y poético. Y triste.

    Gracias Alanda. ¡Besos!

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  3. La escena de la sombrilla también me gusta, reconozco que tengo debilidad por describir ese tipo de escenas.
    Es cierto que tiene un final trágico. En aquella época sin los avances médicos que hay ahora, era algo bastante frecuente.
    Gracias por acercaros a este espacio y mirar con tan buenos ojos! Besos!

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  4. Jo, todo pintaba tan bien... Es un poco triste aunque, volviendo a lo que tu misma comentaste, una realidad en aquellos tiempos. Sin embargo el contraste, porque dices que llega la mañana, que da el sol, y esperas escuchar vida. Y cuando hablas de los sollozos del esposo... En definitiva, me ha gustado el contraste :)

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  5. No había pensado en eso..., por eso me encantan vuestros comentarios, así conozco otros puntos de vista.
    Gracias! Besos!

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  6. ohhhh, qué final!! pero muy bonito y visual, lo he visto todo!! Un besote!!

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  7. El ejercicio era de describir. Me alegro que lo hayas visto!
    Besote!

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  8. A mi me ha llamado la atención tus descripciones, prácticamente la historia está construida sobre ellas, pero en lugar de describir a los personajes te centras en los objetos: desde los geranios cuajados de rocío hasta el sillón de partos presumiendo de siniestro, toda tu historia gira entorno de los objetos y como los describes. Magnífico enfoque.
    Felicidades. Besos.

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  9. Gracias por venir. Practicamente todo el relato es una descripción.
    Besos!!

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  10. Maravilloso! Muy visual la escena. Y muy intensa. No solo se ve, se siente también. Se siente el dolor en el final de una manera...
    Besotes!!!

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  11. Gracias por leer. Por ver y sentir.
    Un besito Margari!

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