domingo, 17 de enero de 2016

Distintas







Ha roto la ventana como quien rompe un castillo de naipes. Los cristales han saltado en diminutos diamantes por doquier, rodando por el suelo como canicas escondiéndose debajo de los muebles. Ella fría, me mira y sigue gritando, cómo si no fuera consciente del estropicio que acaba de hacer. Se acerca hacia mí muy despacio. El vidrio cruje bajo las suelas de sus botines. Ha dejado de gritar, no me gusta la forma en que me mira. Sobre la mesa hay un trozo de los grandes, brillante, lo coge y lo aprieta. La sangre comienza a correrle por la muñeca. Retrocedo hasta que choco con la estantería. Las yemas de mis dedos acarician lomos de libros. No encuentro nada con qué defenderme. Se ha vuelto loca, aunque quizás no sea su culpa, reconozco que la envidiaba. Siempre me ha gustado su pelo rubio. No éramos ni siquiera parecidas, aunque nuestra madre se esforzara en vestirnos igual. No sé por qué las princesas tienen que ser rubias. En los juegos yo tenía que hacer de sapo, de jorobado, de príncipe o de doncella. Esto último si me gustaba. Disfrutaba cepillándole el pelo, haciéndole trenzas. En los veranos íbamos a la casa de campo de los abuelos, pasábamos los días corriendo por la pradera, bañándonos en el río lejos de cuadernillos de cálculo, pizarras y clases de francés. Había un niño en el pueblo que me gustaba, se llamaba Andrés, era hijo del lechero. Todas las mañanas nos traía la leche en su bicicleta. Llegaba despeinado y se iba a toda prisa para terminar sus recados. A veces entraba en la cocina mientras la abuela hervía el cántaro y tomábamos una rebanada de pan con mantequilla. Tenía el iris del color del cielo. Me gustaba despertarme temprano y esperar que viniera. Cuando llegaba, apenas hablábamos, solo nos mirábamos como se miran los niños en la edad en la que el otro empieza a ser un desconocido, y los juegos se dividen por sexos, en una mezcla de atracción y rechazo. El día que ella entró en la cocina demandando su tostada, los ojos de Andrés dejaron de mirarme, entonces comprendí que siempre sería invisible. Invisible para todos y para todo. Cuando mi madre mostraba orgullosa la foto de comunión que tenía en el aparador, de sus dos hijas vestidas de blanco con un rosario en las manos, la gente solo veía a una sola niña, preciosa, cómo un ángel, decían. Incluso yo misma llegué a dudar si realmente existía. Pero eso no volverá a pasar. Ahora es distinto. Quiero volver a ser solo yo, única, por eso se enfada, y busco con la yema de los dedos algo con qué defenderme, mientras ella alza el brazo ensangrentado dispuesta a atacarme. Cojo un tomo de El Quijote justo cuando lanza el cristal hacia mí. Solo me da tiempo a agacharme y taparme la cabeza con el libro. El choque se produce en la estantería y una lluvia cortante cae encima mía como una explosión de pequeñas luces. Luego, irrumpe a llorar arrodillada en el suelo y me pregunta que por qué precisamente su prometido.
Le digo que en la vida no se puede tener todo, la belleza y la felicidad no son semejantes, como nosotras. Me voy dejándola allí, tan pequeña, rodeada de cristales, y su imagen poco a poco desaparece. Ahora es ella la que se ha vuelto invisible.




5 comentarios:

  1. Imponente relato con una venganza brutal para cobrar los réditos de una envidia sufrida y sostenida. Lo más triste es que quitarle el amor a su hermana no tenga otra razón que la venganza. Este relato hace pensar que quizás esa pareja no tengan otra razón para unirse que vengarse de la "guapa, guapísima, arrebatadora rubia". La verdad a mi me ha resultado muy escueto porque la situación planteada está llena de interés.

    Un abrazo. Franziska

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  2. Me faltan tus letras más a menudo, pero al leer este relato descubro que el tiempo es sabio y tengo que saber esperar...
    Magnífico relato Abril.

    Mil besos.

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  3. ¡Madre mía! Escribes muy bien, me metí en el cuentecillo totalmente. Me trasportarse a otro escenario, a otra época, al sentimiento de las dos hermanas. Vaya viaje.
    Me pasaré a leerte a partir de ahora. (Yo estaré por aquí http://alunaslejos.blogspot.com.es/ )
    Un abrasote.

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  4. Una historia estremecedora,las envidias entre hermanas es algo tan antiguo como el ser humano, y tu en este caso nos lo cuentas de una forma muy plástica y con muchos grados de verosimilitud.
    Aprovecho para felicitarte por esta entrada y por tu regreso al blog .
    Besos
    Puri

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  5. Abril,
    Estremecedora historia de envidias entre hermanas, que triste y que bien contado.
    Un saludo

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