jueves, 6 de marzo de 2014

Racimo de frutas



Yo, de escritor, sería de los números uno, tengo tantas historias que contar, que juntándolas, podría componer el libro más extenso jamás escrito. A mis setenta y dos años, puedo decir que he visto y vivido el mundo en su totalidad; y aunque el todo suene inabarcable, créame usted que no es así, permanece tan palpable que lo único que necesita es alargar las manos y tocar. La vida se ofrece como un ramo de fruta madura convidándonos a darle un mordisco; y bien por prejuicios, miedos, o simplemente por  no mantener los ojos abiertos, lo dejamos podrirse a nuestro paso, sin darnos cuenta que todo cuanto queríamos, ya nos lo habían ofrecido. Como le pasó a Carmen Segura Lerín que de pequeña llamaban “lagunilla” porque andaba todo el día jugando en los barros de la laguna, y de mayor cambió el cieno por los hábitos blancos que se encargaba de lavar ella misma, junto con todos los de sus hermanas. 
Tendía en el patio de la cartuja que se tornaba del verde de los naranjos al blanco de las telas al sol. Pasó la vida entre jabones y tablas de lavar esforzándose por limpiar cada mancha, cada mota de barro de las bajeras de las túnicas. Cuando murió dejó escritas sus últimas voluntades. Las hermanas cartujas debatieron si era correcto a los ojos del Señor, complacer a Sor Carmen en sus peticiones. Finalmente la enterraron como había encargado, desnuda sin ataúd. Solo la taparon con un pequeño paño, mientras la tierra caía sobre su cuerpo, volvía a sus orígenes, donde siempre había querido estar.
Ya le digo que no sabemos lo que queremos, o creemos saberlo pero estamos errados en nuestras suposiciones. Fíjese lo que le ocurrió a don Antonio López de Escobar. Como era de familia pudiente lo mandaron a estudiar a Salamanca. Se doctoró honoris causa en derecho y se propuso salvar el mundo de injusticias y atropellos. Hizo gran fortuna y casó con una prima en matrimonio arreglado. A la puerta de los juzgados fue apuñalado por un prófugo que condenara en sus primeros años de profesión. En su lecho de muerte confesó a su esposa que siempre había deseado ser el bibliotecario de su pueblo.
Querido amigo, de la cantidad de opciones que nos da a elegir la vida, escogemos como mejor sabemos. Yo de escritor, que tengo infinidad de historias que narrar, no le hubiera llegado a la base del busto. Y usted que escucha, aunque sea de bronce; las palomas y los bancos de este parque, sean testigos de lo que cuento.
De la vida he aprendido a coger las frutas maduras, justo en el punto en que el color tizna hacia dulce.

Foto: Yassy  Onyae

8 comentarios:

  1. Precioso Abril.
    Me encanta el final, tendré que aprender a coger las frutas justo en el color que tizna a dulce...

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  2. Te deja una extraña moraleja y una sensación de duda en el cuerpo. ¿Estaré cogiendo la fruta madura? Gran relato.

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  3. Gracias por los comentarios!
    Es dificil. La vida nos ofrece muchas opciones. Quizás, hay que buscar en el fondo de nuestro corazón de qué es lo que realmente queremos y alargar la mano para coger.
    Besos!

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  4. Al leerlo me gusta más aún, es un gran relato, muy evocador y una invitación a extender las manos, a dejarse tiznar. Aplaudo!
    Besitos Abril ;)

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    1. Las decisiones que tomamos desde el corazon son acertadas. Ya mismo te veo con las manos llenas de frutas! ;)

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  5. Me ha encantado! Y el final, fantástico. Me ha gustado mucho esa frase final, esa reflexión que encierra, que le da un perfecto acabado al texto.
    Besotes!!!

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  6. joooo, qué final , me encanta también!!!!

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