La ropa ordenada
en perfecta sintonía con el vestidor, pinta de colores las estanterías. Colgados
en las perchas, vestidos, abrigos de piel, camisas de seda, invitan a vestirse
para el carnaval de la vida.
Marieta dudosa,
observa y decide mientras acaricia los vestidos con sus dedos.
—El brillo de
las lentejuelas se mezclará con el rojo carmín y pondrá la pincelada de glamour
a esta noche.
—Da igual,
nadie se fijará en ti.
—He pensado,
que mejor que lentejuelas, tengo un vestido de raso negro, como el de Rita en
“Gilda”.
—Tú estás más
gorda.
—Además,
conservo unos guantes largos de satín en algún sitio. Deben de estar por aquí…
Marieta empieza a buscar en unas cajas en el altillo.
Marieta empieza a buscar en unas cajas en el altillo.
—¡Mira lo que
acabo de encontrar! Un broche esmeralda. Le dará un toque de color al negro.
¿No te parece precioso?
Luciano alza los ojos por encima de sus gafas de lectura y responde:
Luciano alza los ojos por encima de sus gafas de lectura y responde:
—Me parece uno
más de todos los que tienes.
—Aunque he pensado,
que las lentejuelas son más apropiadas que el raso. Es una fiesta alegre. Las
puedo combinar con una estola de piel. ¿Tú que opinas?
—Sabes que no
me gusta que lleves encima bichos muertos.
—Me he
decidido. Lentejuelas y estola —Muy despacio, como si de un ritual se
tratara, se sienta en el tocador y comienza
a cepillarse el cabello—. Solo me queda decidir que tipo de recogido quiero. El
italiano siempre me ha sentado bien.
Los mechones
se escurren entre sus dedos que hábilmente manejan horquillas y enlazan bucles
en una composición perfecta, fruto del hábito conseguido en noches de fiesta y
glamour.
Al pintar de
carmín sus labios, una línea roja se sale del trayecto trazado, dividiendo en
dos la mejilla.
Los destellos
del vestido reflejados en el espejo del tocador, no impiden ver a Luciano, una
lágrima que se escapa entre arrebol y el afeite del rostro.
—No llores...
Le acaricia el cabello blanco, mientras deshace el recogido, quitando una por una las horquillas que tan bien estaban colocadas, para comenzar a desmaquillarla. Marieta se deja hacer como si de un muñeco de trapo se tratara. Solo opone una leve resistencia cuando Luciano intenta colocarle el pijama.
Le acaricia el cabello blanco, mientras deshace el recogido, quitando una por una las horquillas que tan bien estaban colocadas, para comenzar a desmaquillarla. Marieta se deja hacer como si de un muñeco de trapo se tratara. Solo opone una leve resistencia cuando Luciano intenta colocarle el pijama.
—Ha sido una
fiesta maravillosa querido —dice con la mirada perdida—. El vestido de
lentejuelas ha sido todo un acierto. Mañana nos han invitado a otra, iremos
después de la ópera.
—Sí, claro que
sí. Y elegiremos otro vestido, quizás el de raso negro, o el de seda; el que
compramos en china. Con cualquiera de ellos serás la más bella.
Luciano, la
arropa como cada noche y vela por sus sueños. Sueños que viajan a tiempos
pasados, cautivos seniles del encanto y la seducción; que han cambiado una
lágrima desorientada, por una suave sonrisa al soñar.
Precioso y emotivo relato
ResponderEliminarMaravilloso, emocionante, con esos finales tan sensibles que tienes tantas veces, genial Rosa, muy fan de tu estilo. Un besazo!
ResponderEliminarMe he emocionado, un gusto excelente
ResponderEliminarGracias! Me han sorprendido gratamente vuestros comentarios
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