jueves, 26 de marzo de 2015

La Huída




Había cuatro hombres sentados alrededor de un fuego de débil llama. Encima de una piedra encendida se calentaba sopa en tazones de hojalata. Las estrellas miraban curiosas conscientes de ser protagonistas en la bóveda de la noche. Los matorrales escondían las pequeñas alimañas del monte; a veces se podía escuchar algún movimiento entre sus zarzas, claro y solitario, luego se apagaba para ser sustituido por algún grillo. A las faldas de la montaña, discurría un riachuelo que también participaba de los sonidos en la oscuridad. La húmeda roca caliza, insistía en competir con la tierra en calar los huesos de quienes no estaban preparados para sobrevivir a la sierra, olvidándose de las conchas milenarias que también formaban parte del sustrato del suelo. Uno de los hombres se retiró a un pequeño refugio hecho con troncos y ramas, a dormir.  Otro, se encendió un cigarrillo con una pequeña llama que quería subir hacia el firmamento. Tenía el pelo color ceniza despeinado de muchos días, le ofreció uno al hombre corpulento de su derecha que hizo un movimiento con la mano para declinar la invitación y sacar de una bolsa una armónica. Jemie, que estaba sentado enfrente lo aceptó, aspirando su aroma despacio. Le faltaba el dedo meñique de la mano derecha que escondía de las miradas indiscretas con unos guantes. En el metal del instrumento se reflejaba la lumbre.
—Sabes que no puedes tocarla.
—No voy a hacerlo, solo la miro e imagino la melodía.
—El camino que ha trazado Jacob no me parece seguro.
—Él lo conoce.
—Por su culpa he perdido un dedo.
Los tres guardaron silencio unos minutos como si quisieran dar espacio a las palabras, centrándose en el crepitar de la hoguera, mientras los troncos se volvían carbón.
—Creo que deberíamos seguir avanzando.
—Llevamos veinte días sin descansar. Podrías aprovechar, Simon y yo haremos la guardia.
—No me fío, prefiero quedarme.
—Cómo quieras, yo voy a echar una cabezada.
Levi apoyó su pelo color ceniza sobre la bolsa de Simon para paliar la dureza del suelo, mientras Jemie se levantó para mear detrás de unos matorrales. Simon empezó a susurrar las canciones que le hubiera gustado tocar esa noche.
La temperatura había descendido un par de grados, Jemie movía los dedos dentro de los guantes para ahuyentar el frío. Le pareció ver un destello de luz a lo lejos. Se cerró la cremallera y avanzó en silencio, temeroso del sonido de sus propios pasos. Podía oír claramente el transcurrir de las aguas del río allá abajo. Anduvo unos metros buscando aquel destello y esperó unos minutos. Nada. Quizás lo había imaginado. Se dio la vuelta y escuchó unos ladridos. Aceleró el paso. Al llegar a la hoguera, Levi y Simon estaban dormidos. Apagó las brasas y huyó.
Huyó sin rumbo, monte arriba, su intuición le decía que, desde la cima que no estaba lejos, podría ver mejor el camino hasta la frontera. Las piedras rodaban al pisarlas, los matorrales y ramas de los arbustos se quedaban con jirones de su pantalón, pero no tenía tiempo de borrar las pistas, no era él quien corría desesperadamente, era la supervivencia, que traicionera, dejaba atrás cuatro compañeros dormidos. Pensó, que así ganaría algo de tiempo. Experimentaba un leve regocijo al imaginar que Jacob iba a recibir su merecido, probablemente alguno de aquellos perros le arrancarían a él también algún miembro “Fue un accidente Jemie, no fue mi culpa” musitaba para sí, “menudo imbécil”. Se lo podía imaginar allí durmiendo bajo la tienda hecha de ramas, ajeno a lo que se le venía encima. Los demás lo veneraban, se creía que lo sabía todo, el mejor camino, el mejor momento para descansar o proseguir.
Avanzaba sin sendero. A medida que ascendía, su camino era más rocoso, a veces tenía que escalar y era cuando se acordaba de su dedo meñique, refunfuñaba y seguía adelante siempre con el miedo pisándole los talones. En la cima volvió la vista atrás. Le pareció ver unas luces, probablemente ya hubieran alcanzado a los otros. Oteó el horizonte trazando el camino de descenso hasta la frontera, corrió y rodó como si fuera otra piedra más ladera abajo. Había perdido un zapato. La fina tela del calcetín se empapaba de barro y rojo. Con el corazón en la boca, le parecía que no iba a alcanzar el destino que divisó desde la cima, detrás de una arboleda, un kilómetro lo separaba de la libertad, de la vida. Sin sentir los pies seguía corriendo. Tras la espesura podía ver unas luces, quizás fueran casas, pensaba, probablemente se encontraría con una alambrada o quizás un muro. Cuando creyó estar cerca, disminuyó el paso zigzagueando entre los troncos y el ramaje. Una linterna le apuntó directamente a los ojos y un perro se abalanzó contra él.

Simon oyó el sonido de un disparo a sus espaldas. Cuando cruzaron la frontera, una familia los escondió en su hogar. Escaparon cuando Levi despertó de repente al escuchar a lo lejos unos ladridos. Corrieron siguiendo a Jacob que los condujo todo el recorrido sin descanso. Jemie había desaparecido. No tuvieron tiempo de buscarlo.


Había tres hombres sentados alrededor de una chimenea de débil llama en un remoto pueblo de Eslovaquia. Una señora con pañuelo en la cabeza les sirvió sopa caliente en tazones de barro. Un hombre con el pelo color ceniza encendió un cigarro arrugado que sacó del bolsillo. El corpulento de su derecha comenzó a tocar una melodía en una armónica. Todos escuchaban absortos, confortados por el crepitar las llamas. En su brazo izquierdo, parecían bailar unos números tatuados al compás del instrumento. El amanecer les daba la bienvenida a través de los sucios cristales.




Foto: Sylwia Bartyzel 

18 comentarios:

  1. Breve pero intenso... Magnífico relato. <3
    Un saludo y espero más escritos tuyos. :)

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  2. Qué bueno! Se respira la tensión hasta el final.
    Besotes!!!

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    1. Gracias Margari, supongo que la escena de la persecución produce esa sensación.
      Un besote

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  3. Sin duda, lo que más, tus tremendas descripciones. Me encantan!

    Vérsame en tu boca

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    1. Lo que me gusta de las descripciones es que me permiten trasladarme al lugar que tengo en la imaginación.
      Un beso Raquel

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  4. Abril, interesante relato, con todo tipo de detalles y muy bien narrado, no le falta detalle.
    Besos .
    Puri

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    1. Gracias Puri, me alegro que te haya gustado.
      Un abrazo

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  5. Son las paradojas de la vida. El relato sabe a poco. A mi me pasa casi siempre lo mismo pero creo que en éste hay tema para un cuento largo. Un abrazo. Franziska

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    1. Tienes toda la razón. El relato era un ejercicio, y tenía una longitud ya tasada, pero la historia en mi cabeza tenía para mucho más.
      Gracias Franziska.

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  6. Un relato muy bien contado, las descripciones me llevaron esa noche de una manera directa y el desarrollo tiene la tensión que se resuelve muy bien. Si este texto fuera mío, le daría más vuelo, merece ser un cuento con todas las de la ley... pero no es mío ;)
    Un abrazo.
    HD

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    1. Gracias por tu recomendación. Seguramente en algún momento lo modificaré y añadiré más cosas.
      Un abrazo

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  7. Un western crepuscular.
    Abril, creo que sobra la coma antes de "apoyó" en el comienzo del párrado después del diálogo.

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    1. He hecho caso a tu recomendación y he quitado la coma.
      Saludos

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  8. Ambientas genial tus relatos, algo que ya había apreciado en otras cosas que te he leído. Y también tengo la sensación de que las hogueras, chimeneas, fuego... te inspiran ;)

    Enhorabuena Abril.

    Un abrazo

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    1. En este caso sí, me imaginaba la hoguera con todo lujo de detalles.
      Un abrazo Ana.

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  9. Holi!! Me ha encantado, escribes genial. Un beso, te sigo!

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